
La magia se aleja significativamente de las dramáticas representaciones de Hollywood. Aleister Crowley definía la magia como "la Ciencia y Arte de causar Cambio para ocurrir en conformidad con la Voluntad". Esta definición pone de relieve la magia como un proceso consciente y deliberado de influir en nuestra realidad, no a través de medios sobrenaturales, sino mediante el uso intencionado de la voluntad, la percepción, y el entendimiento profundo de uno mismo y del universo.
Con esta definición, podemos entender que cualquier acto que realizamos como seres humanos puede ser considerado mágico. El hecho de aspirar la alfombra es un acto mágico, ya que causamos cambio (quitar el pelo de perro de la alfombra) en conformidad con nuestra Voluntad.
Crowley enfatizaba el papel de la voluntad personal y la importancia del autoconocimiento, sugiriendo que la magia es tanto un viaje espiritual como un ejercicio práctico de poder personal. En este contexto, las creencias y el subconsciente son herramientas esenciales; se utilizan rituales y símbolos no porque tengan poder inherente, sino porque ayudan a focalizar la voluntad y comunicarse con el subconsciente. Esta aproximación es coherente con las investigaciones científicas sobre cómo nuestras creencias y percepciones pueden influir en nuestra realidad, tanto interna como externamente.
Hollywood, por otro lado, ha tendido a representar la magia de manera espectacular y exagerada, llenando la pantalla con hechizos flamígeros, duelos de varitas mágicas y efectos especiales que poco tienen que ver con la práctica real y sus principios. Esta representación ha contribuido a una percepción pública de la magia como algo puramente fantástico y sin base en la realidad, lo que distorsiona y desvía la comprensión de sus verdaderas aplicaciones y significados.
En resumen, desde el punto de vista de Crowley y alejándonos de las interpretaciones hollywoodenses, la magia se entiende mejor como una disciplina que combina elementos de psicología, filosofía, y ciencia del comportamiento. Se basa en la experimentación personal y el uso consciente de la voluntad y el subconsciente para lograr cambios específicos. Es un enfoque pragmático que ve la magia como una herramienta para el autoconocimiento y la transformación personal, despojado de los adornos sobrenaturales con los que a menudo se la asocia en la cultura popular.